Se dice de esta asana que los yoguis del Tíbet derretían la nieve al hacerla.
Se realiza sentándose sobre los pies con los dedos tocándose, las rodillas separadas (vajrasana) las manos por encima de la cabeza con los dedos de las manos entrelazados, flexionamos el tronco apoyando la frente en el suelo, las manos (entrelazadas) quedan por encima de la cabeza y los pulgares se tocan, al tiempo que los codos también tocan a las rodillas cerrando así el circulo con los dedos de los pies, codos-rodillas y pulgares. La fuerza vital se activa creando una gran interiorización de la energía. Al realizarla es necesario reajustar bien la apertura de rodillas para conseguir equilibrar la energía adecuadamente en todo el cuerpo.
La atención mental podemos ubicarla en el entrecejo y en la respiración.
En cuanto a los efectos, la tiroides y paratiroides, el corazón, diafragma y retorno sanguíneo se ven altamente compensados, las articulaciones costo-vertebrales se relajan facilitando el alineamiento vertebral.